Con frecuencia, cuando la pareja nos separa de amigos y familiares no lo hace por amor: lo hace por la necesidad de poseer, de aislarnos y de hacernos dependientes, para, llegado el caso, poder retenernos.
Cuando la pareja nos separa de amigos y familiares erige sobre nosotros una cárcel de barrotes invisibles y dolorosos. Con frecuencia, es un aislamiento sutil, pero progresivo. Puede que nos digamos a nosotros mismos que eso es amor, que nada es tan romántico como vivir el uno para el otro en exclusiva… Sin embargo, poco a poco descubrimos cómo ese cerco nos va despojando de toda nuestra red de apoyo.
Sabemos que el tema no es nuevo. Entendemos que hablar del problema del control de la pareja sea quizá un tema muy repetitivo. No obstante, el problema sigue ahí. Se da cada día sin importar la edad, el estatus o la cultura. Es algo recurrente y que se está intensificando con más frecuencia entre la población más joven; entre nuestros adolescentes.
Los patrones de violencia en la pareja no siempre son tan claros como pensamos. El maltrato, al fin y al cabo, no se limita solo a un golpe, a un insulto, a una agresión que uno puede identificar al instante por el daño que genera.
Hay dinámicas silenciadas igual de preocupantes que, a menudo, se confunden con amor. Son tácticas sutiles ejercidas por un control excesivo, por esa supervisión de los móviles, de estar siempre al corriente de a quién vemos, con quién hablamos y durante cuánto tiempo.
Por llamativo que nos parezca, sus devastadores efectos no hacen más visible a este tipo de venenos. Es más, hay quien las justifica, quien ve en esa necesidad de control una muestra de amor, de preocupación y afecto sincero.
Ahora bien, debemos tener claro que estas realidades son trampas, cepos que se colocan bajo el manto del maquiavelismo y de un maltrato psicológico que deja cada día miles de víctimas.
Mujer en un frasco simbolizando cuando la pareja nos separa de amigos y familiares
Cuando la pareja nos separa de familiares y amigos ¿cómo lo hace?
Cuando una persona aísla a su pareja de su entorno, lo suele hacer de manera gradual. Así, cuando la pareja nos separa de familiares y amigos lo consigue mediante un arsenal de técnicas y herramientas de las que al principio no seremos conscientes: habrá otras interpretaciones para su manera de actuar que tenderemos a dar antes por buenas. Y ese es el mayor problema.
Veamos por tanto alguna de esas estrategias.
Manipulación emocional
Una de las formas más comunes a la hora de dar forma al aislamiento es el chantaje emocional. El amor se vuelve condicional y se requiere de una serie de pruebas que deben ser cumplidas y demostradas.
Con frases como “está claro que te gusta pasar más tiempo con tus amigas que conmigo” se deja caer el hecho de que “si me quieres, debes dejar de ver tanto a tus amistades”.
La culpa como herramienta
El uso de la culpa se vincula de forma directa con la manipulación emocional. Sin embargo, cabe señalar que este tipo de artimaña es la “reina” del entramado psicológico del maltrato.
La carga que supone el hecho de que el ser amado nos culpabilice por descuidarlo, por no tenerlo en cuenta, por menospreciarlo, por no dedicarle tiempo, etc, acaba generando un impacto evidente.
Poco a poco, se va creando esa disonancia cognitiva donde asumimos esas ideas para dejar de sufrir, para no experimentar contradicción. Cedemos y poco a poco vamos viendo mucho menos a los nuestros para, de este modo, dejar de sentir el peso de la culpa.
Tengo derecho a supervisar tu vida porque tú me perteneces y yo te pertenezco
Cuando la pareja nos separa de familiares y amigos sitúa sobre nosotros la jaula del amor. Todo lo que hace y dice es resultado de ese amor dañino, invalidante y destructivo.
Esto es algo que debemos tener muy claro. Porque quien controla y aísla lo que busca es poseernos en exclusiva, limitar nuestra realidad para que nuestro mundo tenga solo cuatro paredes: las contenidas en el hogar y en esa persona.
Ello hace que no falten las típicas frases de “tú eres mío/a”, los “dos somos uno”, “tu mundo es el mío” o “tú me perteneces y yo soy tuyo”. Puede que en un inicio estas expresiones despierten pasión y fascinación, pero es un espejismo muy peligroso donde no tardará en aparecer la supervisión por cada cosa que hacemos, decimos, por cada cosa que nos ponemos y, sobre todo, por aquello que hacemos en nuestros móviles y redes sociales.
El agotamiento mental y emocional
El doctor Tyrone C. Cheng, de la Universidad de Alabama (Estados Unidos), realizó un estudio sobre cómo la violencia y el maltrato psicológico impactaba en la persona. Factores como el aislamiento, algo tristemente común en este tipo de vínculos, dejaba a la víctima en una posición altamente vulnerable.
Pensemos que de pronto, se deja a un lado toda esa red de apoyo de la que antes disponía. Cuando la pareja nos separa de amigos y familiares perdemos esa parte de nuestra identidad a la que le dan forma las personas que queremos.
Se pierde nuestro soporte, se restringen las fuentes de apoyo, de escucha, de ocio, de compañía, de contacto emocional… Todo ello es devastador y es común que aparezca un trastorno de ansiedad o una depresión.
Hombre con nubes en la cabeza simbolizando cuando la pareja nos separa de amigos y familiares
No obstante, lo más llamativo es el agotamiento. La persona está en continua lucha y contradicción. Debe cuidar cada aspecto de su vida para no contradecir ni dañar a la pareja controladora, se pierde la identidad, la autoestima y hasta la dignidad. Son estados de gran desgaste de los que uno tarda mucho tiempo en reponerse.
Es más, en caso de que la persona encuentre fuerzas (y su entorno tome la responsabilidad de actuar en su ayuda) y se finalice esa relación dañina, el proceso para recuperarse y “reconstruirse” emocional y psicológicamente es lento y delicado. Se requiere de cierto tiempo para reconstruir cada valía perdida, cada manipulación sufrida.
Para concluir, cuando la pareja nos separa de familiares y amigos es necesario actuar. Nos hará dudar de nosotros mismos, pondrá sobre nosotros el peso de la culpa, la sombra del miedo y la sensación constante de que no amamos suficiente a nuestra pareja.
No nos dejemos engañar, porque el amor auténtico no causa ese dolor, no pone condiciones y deja espacios para ser, crecer como persona y seguir cultivando lazos con aquellos que nos son significativos y amados