Tienes que ver a tu pareja a las 2, pero es obvio que no quieres…
Otra vez estás ahí, sentado sobre la cama en pijama, con fatiga y las ganas de ver a tu pareja regadas en el suelo. Te parece molesto e innecesario verlo, total, ya lo conoces a la perfección, sabes cómo es, qué es lo que harán y qué palabras te dirá. Es más, eso ya es aburrido.
Sin embargo, te convences de que debes verle porque al final es tu pareja. Así que con una sonrisa falsa, unoutfit desaliñado y resignación, te levantas de la cama para acudir a tu cita en la cual harás exactamente lo mismo que ayer, que hace una semana o un mes. Nada cambia. No obstante, sabes que “lo tienes que hacer” pues le amas… ¿o no? No, en realidad, no le quieres más, pero no te das cuenta realmente porque te ciega la costumbre y el miedo a estar solo, las señales son muy puntuales y aunque tú las normalices, debes prestarles atención.
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Ya no sientes la necesidad de estar con tu pareja como solía pasar al principio. Ahora, el contacto físico te molesta y te provoca cierta aberración cuando era, incluso, inevitable no soltarse para nada.
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Te molestan sus mensajes, llamadas y notificaciones o las ignoras porque simplemente no tienes ganas de contestarle como antes que lo hacías a la primera oportunidad.
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Ya no hacen muchas cosas juntos como tomarse fotos, comer por las tardes o ver Netflix un sábado en la noche.
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De pronto, te das cuenta de que tus planes no lo incluyen más. No importa que sean muy grandes o tan simples como el fin de semana, ya no figura en tu vida futura.
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Se acabaron los detalles. Ya no te nace darle un regalo, un beso o un abrazo por mero gusto.
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Buscas la compañía de otras personas. No importa si recurres a tu ex o a personas nuevas, pero, eventualmente comparas sus atenciones y formas de vida o inclusive, detalles casi insignificantes.
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Las muestras de cariño —si es que las hay— se vuelven rutinarias. Se besan en determinados momentos, se toman de la mano a cierta hora, se abrazan para la misma situación, etcétera. No hay besitos sorpresa ni abrazos largos que sorprendan.
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Empiezas a ver todos su defectos cuando antes pasaban desapercibidos. Además, en cualquier oportunidad traes a colación problemas del pasado y reproches que ya estaban superados.
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Dejas de idealizarlo y en donde antes veías una broma divertida, ahora ves un chiste de mal gusto, por ejemplo. Todo lo que hace te parece incómodo —en cierto sentido— y te es realmente complicado ver a la persona linda y amable que te enamoró.
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Tratas de no hablar de tu pareja, pero si su nombre aparece en la conversación, te quejas todo el tiempo hasta por cosas realmente mínimas. Su nombre es sinónimo de molestia para ti.
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Aunque es cruel, prefieres ver pornografía, vivir en abstinencia o tener aventuras casuales antes de tener sexo con él, puesto que más que carecer de deseo, te llega a provocar repulsión (en casos extremos).
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Si tienes al menos cinco de estas señales, ten en cuenta que tal vez sea mejor terminar la relación pronto, pues no te traerá más que daño e incomodidad y a largo plazo, resulta aún más molesto e incómodo. Es mejor terminar todo a tiempo y conservar las anécdotas divertidas y lindas, es mejor evitar esos momentos incómodos que, eventualmente, marcan y en ocasiones dañan. Evita a toda costa ser presa de tu propia relación y termina antes de que los problemas los sobrepasen.