¿Qué hace que un roce en el brazo te parezca sexy o, por el contrario, te resulte desagradable? A todos los factores que te estás imaginando hay uno nuevo que debes tener en cuenta: la música que suene de fondo.
Es la conclusión a la que ha llegado un grupo de investigadores del Max Planck Institute for Human Cognitive and Brain Sciences, en Leipzig (Alemania), en un estudio cómicamente titulado Échale la culpa a la bossa nova: la transferencia de sensualidad de la música al tacto. Dado que es bien conocido el poder de la música para influir en nuestras emociones (hay canciones que nos ponen tristes o nos levantan el ánimo), se propusieron analizar cómo podía intervenir en nuestra percepción del contacto humano.
Es evidente que hay música más sexy que otra. Una balada sedosa con saxo como Careless whisper de George Michael nos resulta irremisiblemente más sugerente que un zambombazo apocalíptico de Metallica. Y no solo nos predispone a mostrarnos amorosos, sino que nos lleva a catalogar también así la acción que transcurra al mismo tiempo, incluido el más simple roce.