El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, visitaba el martes Puerto Rico, arrasado por huracanes, decidido a acallar las críticas a su gobierno por la demora en atender la crisis humanitaria que vive este territorio estadounidense en el Caribe.
Trump y su esposa Melania aterrizaron en la Base Aérea Muñiz, cerca de San Juan, capital de esta isla de 3,4 millones de habitantes para cumplir una agenda de cinco horas, que incluye reuniones con socorristas, visitas a damnificados y un recorrido aéreo para evaluar los daños.
Al llegar, Trump alabó la valentía del personal militar y civil, y dijo que le encantaba la isla y que la había visitado muchas veces antes. “El clima es insuperable”, dijo. “Pero de vez en cuando te golpea”.
Casi dos semanas después de que el potente huracán María azotara la isla, gran parte de los habitantes siguen sin acceder a electricidad y agua potable, y la comida y gasolina escasean en medio de enormes daños a la infraestructura.
“La gente está muy preocupada, muy desesperanzada por la situación, porque luego de dos semanas no se ha visto mejoría alguna”, dijo a AFP Mariana Nogales, presidente del Partido del Pueblo Trabajador (centroizquierda).
Trump, que se ha enfrentado públicamente con autoridades locales por la respuesta de Washington a la catástrofe, afirmó que incluso sus detractores están reconociendo el “gran trabajo que hemos hecho” luego del pasaje de María, que arrasó la isla después del también devastador huracán Irma.
“Ahora los caminos están despejados y la comunicación está empezando a volver. Los conductores tienen que empezar a conducir camiones. Tenemos que hacer eso, así que a nivel local tienen que ayudarnos”, comentó Trump antes de partir el martes.
Trump quiere demostrar que el gobierno federal lidera los esfuerzos de reconstrucción en Puerto Rico, un Estado Libre Asociado a Estados Unidos desde 1952. Y sobre todo, quiere asegurar que los puertorriqueños, que son ciudadanos estadounidenses, no han sido olvidados.
El fin de semana, mandatario reprendió a la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulin Cruz, quien apareció varias veces en televisión solicitando con desesperación ayuda, sugiriendo que los puertorriqueños son unos “ingratos” que “quieren que hagan todo por ellos”.
Pero los puertorriqueños están demasiado ocupados en resolver sus necesidades básicas que pocos han tenido tiempo y energía leer o escuchar al presidente. Apenas una decena de manifestantes estaba frente al Centro de Convenciones de San Juan, donde el gobierno instaló sus operaciones.
“Toda la telefonía de Puerto Rico se cayó. Aquí hay bien poca señal. Yo estoy seguro de por eso es que no asistieron más personas a protestar. Porque desconocen. No hay forma de comunicar”, afirmó Víctor Manuel Figueroa, un jubilado de 67 años.
– “Show mediático” –
“Él viene a un show mediático, a un espectáculo. Después de dos semanas es que se presenta”, indicó por su parte otra jubilada, Sonia Santiago.
Pero la visita de Trump está cuidadosamente organizada para evitar cualquier atisbo de protesta embarazosa.
La Casa Blanca dijo que el presidente se reunirá con la alcaldesa de San Juan, irá a una iglesia para visitar a los damnificados, y realizará un recorrido aéreo antes de aterrizar en el buque USS Kearsarge para saludar al personal militar.
Trump también tiene previsto reunirse con Kenneth Mapp, gobernador de las Islas Vírgenes de Estados Unidos, otro territorio estadounidense en el Caribe destruido por María.
En las últimas semanas, Trump ha visitado áreas de Florida, Luisiana y Texas que sufrieron los destructores efectos de potentes huracanes esta temporada.
Pero su viaje a Puerto Rico, que normalmente sería visto como una rutinaria muestra de empatía presidencial, ha adquirido un significado político desmesurado.
“Ha sido increíble lo que se ha hecho en un período muy corto de tiempo en Puerto Rico”, dijo Trump, al defender la reacción de su gobierno ante el desastre.
También dijo que se deberán tomar “grandes decisiones” sobre el costo de la reconstrucción masiva en este territorio estadounidense, declarado en mayo en bancarrota y con una deuda pública de 73.000 millones de dólares.
Aunque los puertorriqueños son ciudadanos con pasaportes estadounidenses, si viven en la isla sólo pueden votar en las primarias presidenciales. Si viven en el continente, pueden inscribirse para votar, incluso para presidente, en cualquier estado.