Un amigo es alguien que siempre va a estar para ti, te aconseja, te acompaña en tristezas y alegrías. Es como una extensión de ti mismo. ¿Qué pasa cuando ese amigo te traiciona? Lo peor que puede pasar es que se acabe esa relación pero hay casos donde las consecuencias llegan hasta la muerte. Como en la película “A Killer Among Friends”, donde después de un malentendido, Jennifer Anne Monroe es ahogada en el lago por sus amigas celosas.
De este modo, “Jabón” y “Amistad” e incluso “Asesinato” son palabras que normalmente no se usan en el mismo contexto. Hacer jabón a tus amigos, tampoco. A nadie en su sano juicio se le ocurriría esto como señal de amistad. Y ésta es la clave de la historia de Leonarda Cianciulli, la falta de sanidad.
Conocida como la jabonera de Correggio, no hay modo de justificar sus acciones pero sí podemos acercarnos a entender por qué actuó como lo hizo.
¿Por qué lo hizo?
Su vida estuvo condenada desde el inicio pues fue producto de una violación. Su madre alcohólica la descuidó y le puso una maldición, según Leonarda, cuando no aceptó casarse con su primo y tomó como esposo a Raffaelle Pansardi. Intentó suicidarse dos veces. Esto y sus múltiples supersticiones la llevaron por un camino de ignorancia y crímenes en Italia de 1940.
Con el peso que le puso encima su madre, se acercó un adivino que no le predijo un futuro brillante, ella tendría que perder a sus hijos y acabaría presa. La vida le dio diecisiete embarazos, de los cuales sólo cuatro fueron viables. Con las palabras del vidente en la cabeza se dio a la tarea de cuidar a sus hijos de manera poco natural. En su mente el único modo de asegurar la vida de su descendencia era realizando sacrificios humanos. Su hijo consentido era Giuseppe.
Este personaje se encargó de tomar la vida de tres mujeres. Con engaños y mentiras –cuenta la leyenda que Cianciulli se hacía pasar por adivina- su modus operandi consistió en atraer a estas personas, drogarlas y deshacerse del cuerpo de la manera más enferma. En el pueblo de Correggio, la protagonista tenía una reputación de madre y trabajadora, se dedicaba a hacer jabones.
Sus víctimas
La primera víctima fue Faustina Setti, una solterona en busca de su oportunidad en el amor. Fue convencida que en otra ciudad la estaba esperando un hombre interesado en ella. Le pidió que escribiera cartas para familiares y conocidos –un modo frío y calculador de cubrir su rastro tras el asesinato-, y la última vez que se vieron le ofreció una copa adulterada. La víctima fue asesinada tras sufrir los efectos de la droga. Para deshacerse del cuerpo recurrió a la sosa cáustica usada en su oficio; el cuerpo descuartizado entonces se convirtió en una masa, el proceso es mejor descrito por la misma criminal:
“Coloqué los trozos en una olla, usé siete kilogramos de soda cáustica, la misma que usaba para hacer jabón. Lo mezclé hasta disolver, era una papilla espesa, oscura, que vertí en varios recipientes y después arrojé a una fosa séptica. Había guardado toda la sangre en una vasija, esperé hasta que se coaguló, la metí al horno, la molí y mezclé con harina, azúcar, huevo, chocolate y mantequilla para hacer unas deliciosas galletas para el té. Hice un montón de galletas crujientes que después serví a mis visitas, aunque Giuseppe y yo también comimos”.
La segunda víctima, Francesa Soavi, fue engañada del mismo modo, con la promesa de un trabajo en una escuela para señoritas fuera de Correggio. Las cartas y postales también fueron usadas así como un hacha para descuartizar el cuerpo y el método para deshacerse de la evidencia.
La última víctima fue una cantante soprano, Virgina Cacioppo, a quien le prometió un trabajo en Florencia. De igual manera que a las otras le pidió que no dijera nada a nadie. Cianciulli narra qué hizo con el cuerpo:
“Terminó en la olla, como las otras dos… su carne y su grasa eran blancas, cuando se había disuelto le agregué una botella de colonia, y después de un largo tiempo hirviendo puede hacer un jabón cremoso bastante aceptable. Le di barras a mis vecinos y conocidos. Las galletas también eran mejores: esa mujer era muy dulce”.
La historia concluyó cuando la cuñada de Cacioppo le hizo saber sus sospechas de la desaparición de Virginia a las autoridades. La investigación no duró mucho pues Leonarda confesó de inmediato y fue llevada a juicio. El veredicto fue de treinta años en la cárcel y 3 más en un asilo mental.
Una historia más de cómo la mente humana puede llegar a ser tan retorcida y siniestra. Como se mencionó antes, no hay modo de justificar estas atroces acciones, pero es fácil ver cómo una vida llena de conflictos internos puede sacar las monstruosidades de las que es capaz el ser humano.
Publicada en: Rolloid.