Una frase que se le atribuye al filósofo y psicólogo John Dewey es: “nosotros recordamos, naturalmente, lo que nos interesa y por qué nos interesa”. Algunos podrán estar de acuerdo con la afirmación, pero lo cierto es que no todos nuestros recuerdos muestran una utilidad clara o una forma en la que nos beneficien en algún modo. Es muy común, por ejemplo, conservar recuerdos claramente desagradables o negativos en algún aspecto que, a pesar de las reacciones de rechazo que producen en nosotros, se resisten a ser olvidados.
Es normal que ocurra, de hecho. Si algo caracteriza a los recuerdos es que todos aparecen sin ser llamados, sin atender a criterios racionales, y de manera bastante desordenada. Nuestra consciencia no tiene un control absoluto sobre la memoria. En todo, caso, se amolda a las ayudas que puede recibir de ella, y se conforma cuando los recuerdos que son recuperados son inútiles, distractores o de mal gusto. Es el doble filo del funcionamiento del cerebro: es tan creativo que, a la fuerza, resulta hasta cierto punto imprevisible. Para bien y para mal.
Desde luego, es un problema que no seamos capaces de recuperar las memorias que necesitamos para inspirarnos, pero aún puede ser peor si ciertos recuerdos negativos se nos presentan de manera persistente, algo que puede ocurrir incluso aunque no estemos pensando en algo relacionado indirectamente con esa experiencia pasada.
La neurociencia detrás de la supresión de recuerdos intrusivos
En realidad, no se puede llegar a afectar sobre el sistema de memoria hasta el punto de evitar completamente la aparición de recuerdos de cierto tipo. Lo que sí se puede es influir sobre el proceso de recuperación de esos recuerdos, para hacer que seamos menos conscientes de ellos y que no nos causen tantos problemas una vez han aparecido. Esto no vale sólo para los recuerdos que pasan a la consciencia, ya que se puede aplicar también a cualquier tipo de vivencia desagradable en curso.
Por suerte, hay maneras de atajar estos pequeños conflictos cotidianos con nuestros recuerdos. Los conocemos, en parte gracias a un estudio publicado en el año 2012 que puede leerse en la revista Neuron. Los investigadores que participaron en él buscaban las claves neurológicas que pueden ayudarnos a olvidar los recuerdos negativos o no deseados, incluso en casos de TEPT. Estos científicos informaron sobre dos mecanismos opuestos que operan paralelamente a la hora de hacer desaparecer del mapa este tipo de evocaciones: la supresión y la sustitución.
Una frase que se le atribuye al filósofo y psicólogo John Dewey es: “nosotros recordamos, naturalmente, lo que nos interesa y por qué nos interesa”. Algunos podrán estar de acuerdo con la afirmación, pero lo cierto es que no todos nuestros recuerdos muestran una utilidad clara o una forma en la que nos beneficien en algún modo. Es muy común, por ejemplo, conservar recuerdos claramente desagradables o negativos en algún aspecto que, a pesar de las reacciones de rechazo que producen en nosotros, se resisten a ser olvidados.
Es normal que ocurra, de hecho. Si algo caracteriza a los recuerdos es que todos aparecen sin ser llamados, sin atender a criterios racionales, y de manera bastante desordenada. Nuestra consciencia no tiene un control absoluto sobre la memoria. En todo, caso, se amolda a las ayudas que puede recibir de ella, y se conforma cuando los recuerdos que son recuperados son inútiles, distractores o de mal gusto. Es el doble filo del funcionamiento del cerebro: es tan creativo que, a la fuerza, resulta hasta cierto punto imprevisible. Para bien y para mal.
Desde luego, es un problema que no seamos capaces de recuperar las memorias que necesitamos para inspirarnos, pero aún puede ser peor si ciertos recuerdos negativos se nos presentan de manera persistente, algo que puede ocurrir incluso aunque no estemos pensando en algo relacionado indirectamente con esa experiencia pasada.
Supresión y Sustitución
La supresión es un proceso que supone la inhibición de recuerdos, mientras que la sustitución ayuda a trasladar hacia la consciencia nuevos recuerdos que ocupen el lugar de la parte suprimida, aunque estos sean prácticamente inventados. A pesar de trabajar en equipo, ambos mecanismos involucran diferentes estructuras neuronales. Mientras que la supresión involucra la corteza prefrontal dorsolateral, la sustitución nace a partir de diferentes zonas del mismo lóbulo prefrontal, una zona del cerebro asociada con la planificación y las estrategias enfocadas hacia un fin.
La neurociencia detrás de la supresión de recuerdos intrusivos
En realidad, no se puede llegar a afectar sobre el sistema de memoria hasta el punto de evitar completamente la aparición de recuerdos de cierto tipo. Lo que sí se puede es influir sobre el proceso de recuperación de esos recuerdos, para hacer que seamos menos conscientes de ellos y que no nos causen tantos problemas una vez han aparecido. Esto no vale sólo para los recuerdos que pasan a la consciencia, ya que se puede aplicar también a cualquier tipo de vivencia desagradable en curso.
Por suerte, hay maneras de atajar estos pequeños conflictos cotidianos con nuestros recuerdos. Los conocemos, en parte gracias a un estudio publicado en el año 2012 que puede leerse en la revista Neuron. Los investigadores que participaron en él buscaban las claves neurológicas que pueden ayudarnos a olvidar los recuerdos negativos o no deseados, incluso en casos de TEPT. Estos científicos informaron sobre dos mecanismos opuestos que operan paralelamente a la hora de hacer desaparecer del mapa este tipo de evocaciones: la supresión y la sustitución.
¿Qué nos enseña este estudio?
El estudio anterior aporta evidencias sobre la posibilidad de intervenir en la aparición de recuerdos no deseados. Por un lado, podemos bloquear su aparición mediante la supresión, y por el otro, pensar en otras cosas. O, lo que es lo mismo, a través de las conclusiones del estudio se sugiere que, en muchos casos, basta con algo de entrenamiento mental para lograr tener un cierto grado de control sobre la recuperación de experiencias pasadas.
Yendo más al grano, las técnicas que útiles a la hora de acortar la vida de los recuerdos negativos se sirven de la lógica de supresión y sustitución. Básicamente, se trata de ejercer control sobre el foco en el que se está dirigiendo la atención y apartarlo de las experiencias negativas. Puede que parezca una respuesta muy simple, pero lo cierto es que no lo es tanto. A fin de cuentas, suprimir un pensamiento es en parte reconocer que está ahí, que existe. Por ello, lo mejor que puedes hacer es practicar y mejorar tu dominio sobre la atención.
¿Cuáles son las técnicas que permiten eliminar recuerdos negativos?
Tanto la meditación tradicional como el Mindfulness se han mostrado eficaces a la hora de hacer desaparecer recuerdos intrusivos. Ambos son formas de “entrenamiento mental” que afectan a las conexiones entre diferentes tejidos neurales, y parece ser que facilitan el control de la atención a la vez que minimizan el efecto de las sensaciones desagradables, según ciertos estudios.
¿Cómo adapto eso a mi caso?
Lo bueno de los métodos de control atencional es que pueden tomar una gran variedad de formas. Existen muchísimas maneras de meditar y es relativamente fácil buscar una que se adapte a cada caso. Por lo demás, estas prácticas están asociadas a un aumento de la calidad de vida no sólo en lo relativo a los recuerdos negativos: también sirven para dormir con mayor facilidad, reducir el estrés e incluso tratar el dolor crónico.
Por otro lado, para saber adaptar el Mindfulness como herramienta a las diferentes necesidades que nos van surgiendo, primero es necesario aprender los fundamentos de la Atención Plena. En este sentido, destaca el Programa de Entrenamiento en Mindfulness (M-PBI) del Instituto Mensalus de Barcelona, que este año 2018 empieza el 14 de noviembre y va ya por su 18ª edición. Si te interesa saber más acerca de este curso de 6 sesiones y un retiro de un día completo, haz clic en este enlace para contactar con el Instituto Mensalus.
Tomado de: https://psicologiaymente.com/meditacion/recuerdos-negativos-mindfulness
Autor: Psicología y Mente