Mukhlis Abdul Holik, que no puede mantenerse en pie, cubre un trayecto de alrededor de seis kilómetros hasta su escuela gateando o caminando sobre las manos, que protege con sandalias.
Sus pies deformados y sus cortas piernas no le permiten llegar más que a la altura de la cadera de sus compañeros de clase.
A pesar de su discapacidad, consigue recorrer los mismos caminos pedregosos y cruzar el mismo puente de madera que los otros niños para llegar al centro, en el oeste de la isla de Java, acompañado por su madre.
“El camino es escarpado pero todos los días consigue” llegar, explica su madre, Pipin, que como numerosos indonesios solo tiene un nombre.
“Si tenemos dinero puede tomar una mototaxi pero cuando tenemos dificultades, debe arrastrarse por el suelo. Nunca se queja, llueva o haga sol va siempre a la escuela”, agrega.
Las proezas del niño causaron sensación en el país de 260 millones de habitantes y propiciaron un encuentro a principios de mes con el presidente Joko Widodo, en el Día Internacional de las Personas con Discapacidad.
“Cuando nos conocimos le pedí a Abdul si quería algo”, explicó entonces el presidente en un comunicado.
“Pensaba que querría un regalo pero solo dijo que quería ir a la universidad”, agregó.
“Quiero ser bombero, doctor o astronauta”, aseguró el niño a la AFP.