Un tipo de células subcutáneas especiales que se convierten en tejido graso, un proceso que cesa con los años causando las arrugas, es “el secreto” para mantener la piel joven y protegida, indica un estudio publicado hoy.
“Hemos descubierto el porqué la piel pierde su habilidad para formar grasa a través del paso de los años”, señala Richard Gallo, jefe del Departamento de Dermatología de la Universidad de California en San Diego (UCSD) y autor sénior de la investigación. La investigación, publicada hoy en la revista científica Immunity, encontró que algunas de las células de la dermis conocidas como fibroblastos tienen la capacidad de convertirse en tejido adiposo que se deposita bajo la piel y le da una apariencia joven. De igual forma, los fibroblastos producen un péptido (la unión de un número bajo de aminoácidos), “que juega un papel crítico en la lucha contra las infecciones”, indica el estudio realizado por un equipo de la UCSD. “La pérdida de habilidad de los fibroblastos para convertirse en grasa afecta la manera como la piel lucha contra las infecciones y puede influir en la manera como luce la piel durante el envejecimiento”, explica el investigador. Gallo señala que este proceso es único y propio de cierto tipo de fibroblastos y por lo tanto aumentar de peso no es la solución para obtener este tejido graso que le da a la piel una apariencia lozana y ayuda a combatir las infecciones. Por el contrario, agrega, la obesidad “interfiere con la habilidad para luchar contra las infecciones”. El estudio detalla que la proteína TGF-Beta, que controla muchas funciones celulares, es la responsable de detener “la conversión de algunos fibroblastos en grasa y de prevenir la producción de catelicidina, un péptido antimicrobiano que ayuda a proteger contra las infecciones bacterianas”. “Los bebés tienen una cantidad de este tipo de grasa bajo su piel lo que la hace inherentemente buena para luchar contra algunos tipos de infecciones”, anota Gallo resaltando que al envejecer los fibroblastos pierden su habilidad para convertirse en grasa. “La piel con una capa de grasa debajo luce mucho más joven. Con los años, la apariencia de esta piel tiene mucho que ver con la pérdida de la grasa subcutánea”, detalla. La investigación, realizada en ratones de laboratorio, utilizó bloqueadores químicos para inhibir la acción “envejecedora” de la TGF-Beta, con lo que la piel “arrugada” recuperó su apariencia lozana. El mismo resultado se produjo cuando la acción de esta función de la TGF-Beta fue bloqueada a través de técnicas genéticas, lo que permitió a los investigadores comprobar que esa era la forma de “detener el envejecimiento de la piel”. Los investigadores destacaron la importancia del estudio no sólo para recuperar la apariencia juvenil, sino para ayudar a combatir infecciones cutáneas que llegan a poner en riesgo la vida de pacientes mayores. |