Guatemala vivía en una espiral de violencia que obligó, allá por el 2000, a sacar a los militares a las calles para devolver la confianza a la población que vivía en zozobra, entre el terror y las amenazas.
Ahora el Ejército se retira por completo de la seguridad ciudadana y vuelve a su misión de proteger las fronteras y la soberanía del país tras la reducción de los homicidios.
Tras 18 años en apoyo a la Policía Nacional Civil (PNC), los militares retiran a sus batallones que desplegaron en 30 municipios considerados como los más violentos, entre ellos la capital.
Índices de pena
En 2006 el país presentó una tasa de homicidios de 47 por cada 100 mil habitantes y la ciudad de Guatemala llegó a 108. Estas cifras posicionaron a Guatemala como uno de los países más violentos del mundo oficialmente en paz.
En 2017 la tasa se redujo a 26.1 por cada 100 mil habitantes y ayer sábado cesó el apoyo a la Policía por decisión del presidente Jimmy Morales.
El argumento para sacar a los batallones militares de las calles es que la PNC ya adquirió nuevas capacidades y cualidades, se profesionalizó y aumentó su número de efectivos a casi 40 mil, es decir casi el doble de lo que tenía a principios del 2000.
Bajan índices de criminalidad
El portavoz del Ministerio de la Defensa, el coronel Oscar Pérez, señala que han disminuido los índices de criminalidad y el Ejército ha planificado ubicar a sus soldados en áreas fronterizas que son consideradas “estratégicas” para el país para combatir el crimen trasnacional como el narcotráfico, el tráfico de armas y personas, entre otros.
El Ejército llegó a tener 5 mil 600 soldados distribuidos en nueve escuadrones militares en municipios de los departamentos de Guatemala, Escuintla, Izabal, Chiquimula y Petén.
Con mochila y fusiles al hombro patrullaron esta zonas violentas que ahora serán responsabilidad de las fuerzas civiles.