Proteger la riqueza biológica, combatir la deforestación y los narcoganaderos o luchar contra el tráfico ilegal de especies exóticas son algunos de los desafíos más urgentes que enfrenta Guatemala, uno de los 19 países megadiversos del mundo que tiene diez años para no perder su mayor riqueza.
Así lo aseguran el director de Manejo de Bosques y Vida Silvestre, Carlos Eduardo Mansilla, y el asesor en Vida Silvestre de Flora No Maderable, Julio Cruz, dos ingenieros del Consejo Nacional de Áreas Protegidas (Conap) que no dudan en evidenciar la urgencia de luchar contra la desaparición de especies.
Flora y fauna en peligro
Actualmente, Guatemala tiene 2.276 especies de flora y fauna en peligro de extinción y está considerado como uno de los de mayor biodiversidad en el mundo, pero corre el peligro de que en diez años pierda gran parte de esta riqueza.
Contra ello lucha el Conap, el organismo nacional encargado de la protección de las áreas protegidas -que representan el 32 por ciento del territorio-, y de velar por los recursos naturales y la riqueza biológica del país.
Sin embargo, Cruz lamenta que todavía “alrededor de 130.000 hectáreas se deforesten anualmente”, una acción “antrópica que acelera la destrucción del hábitat de las especies”, completa Mansilla.
La deforestación no es el único factor
Pero la deforestación no es el único factor. Ambos apuntan a la importancia de tomar en cuenta el tráfico ilegal de especies, sobre todo para venderlas en mercados europeos.
“Las fronteras de México son donde hay mayor tráfico y también en las fronteras de Honduras”, aclara Mancilla, quien admite que “hay especies de Guatemala que llegaron a Europa sin permisos”, un número incluso mayor al que se registra en países vecinos como Estados Unidos o México.
Son los loros y los reptiles las especies que más se trafican para responder a la demanda extranjera de mascotas exóticas, pero desde el Conap buscan aumentar las estrategias para que “ya no exista un mercado ilegal de especies”, un objetivo para el que requieren investigación, logística y mayor financiación.
Trabajo es inmenso
La tarea para luchar por la megadiversidad y la conservación es inmensa y los obstáculos también. El Conap tiene que luchar, en muchas ocasiones, contra el propio Estado, que a menudo privilegia los grandes cultivos de cañas o palmeras en áreas no protegidas pero que menoscaban el ambiente.
La legislación es otro de los problemas. Mancilla asegura que los jueces “no le dan prioridad” a los delitos relacionados con el medioambiente, a pesar de que ya hay juzgados especializados.
Tan sólo 5 sentencias respecto a este tema fueron dictadas en el departamento norteño de Petén en 2017, donde se encuentra la Reserva de la Biosfera Maya, uno de los últimos pulmones ambientales de América.
“Nosotros tenemos gerencia solo en las áreas protegidas”, subraya Cruz y añade: “Pero la destrucción se da a todos niveles”.
La otra prioridad
Tanto es así que otra de sus prioridades es la creación de conciencia en la sociedad, por lo que organizan jornadas de sensibilización para jóvenes y niños en cooperación con el Ministerio de la Educación.
Como respuesta no total pero al menos parcial a este problema, el Conap propone “integrar a las comunidades, quienes más que nadie saben cómo cuidarla”, pues están en la zona y son el futuro de la protección ambiental en un Estado concentrado en un desarrollo económico rápido y centrado en la expropiación de recursos.
No obstante, Julio Cruz, sin disimular su orgullo de trabajar para esta institución durante más de 20 años, concluye: “El Conap hizo obra y buena obra”.
Con información de Loélia Maire / EFE