Precariedad, falta de empleo y el desborde de la violencia y el narcotráfico en un clima de impunidad, son los motivos que han impulsado a miles de hondureños a dejar su país para sumarse a la llamada caravana migrante que no detiene su paso hacia Estados Unidos, a pesar de las advertencias del presidente Donald Trump.
Al borde del llanto, Glenda Lagos, de 45 años, lamenta que su hija de 17 haya partido para unirse a la caravana de migrantes hondureños en ruta a EEUU, huyendo del desempleo y la precariedad en un barrio plagado de pandilleros.
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Belckys Lagos se fue de su casa el 16 de octubre con el objetivo de sumarse a los miles que por entonces atravesaban Guatemala, porque “aquí no hay trabajo y hay mucha violencia”, afirma Glenda a la AFP en su maltrecha vivienda en la colonia ‘Los Pinos’, periferia este de Tegucigalpa.
La caravana de unas 2 mil personas salió al alba del 13 de octubre de la violenta ciudad de San Pedro Sula, 180 km al norte de la capital hondureña, con pretensiones de alcanzar el ‘sueño americano’.