Todo comenzó cuando criminales saquearon el negocio de Jimena. Con el tiempo, las amenazas de extorsión apuntaron a sus dos hijas y ya no lo dudaron más: había que salir de Guatemala cuanto antes y buscar asilo en Estados Unidos.
“Las cosas se salieron de control, las amenazas fueron tan fuertes que nos pedían cifras que no juntábamos ni vendiendo un riñón”, dice a la AFP la mujer desde Tapachula, una ciudad mexicana fronteriza con Guatemala.
“Antes de tomar la decisión (de irse), las llamadas eran que iban a asesinar a nuestras hijas”, agrega.
La historia de Jimena -quien evita dar su apellido- y su familia es común para muchas personas de Guatemala, El Salvador y Honduras, que huyen de sus países ante el acoso de las pandillas criminales o de la pobreza.
“Hay muchísima persecución del crimen organizado, de las pandillas, hacia diferentes puntos de la población”, dice Kristin Riis Halvorsen, jefa en Tapachula de la ACNUR, la agencia de las Naciones Unidas para refugiados.
“Nadie está a salvo. Vemos obviamente que las personas intentan tomar las mejores decisiones que les quedan. Se trata de salvar su vida”, dice.
“No podemos seguir ahí”
Tapachula es la ciudad donde muchos migrantes inician su viaje a través de México con el objetivo de llegar a Estados Unidos para cruzar de forma ilegal o solicitar asilo.
No es un viaje sencillo, en el camino enfrentan abuso de las autoridades mexicanas o corren el riesgo de toparse con diversos grupos criminales.
Cerca de Tapachula está el río Suchiate, que divide a México y Guatemala y en donde es común ver improvisadas balsas en las que cruzan familias enteras con su vida encerrada en maletas, comerciantes o gente que hace su vida entre los dos países.
“Aquí nada más pegamos uno o dos pasos y estamos del lado mexicano”, dice un hombre que se dedica a transportar gente en una de esas balsas improvisadas al explicar el movimiento que se ve casi diario en el río.
Con la vida de sus hijas en riesgo, Jimena y su esposo no dudaron en cruzar a través del río para llegar a México, en donde están esperando un trámite ante las autoridades para decidir los pasos a seguir.
“Nosotros decidimos salir huyendo porque la situación es tan complicada en nuestro país que no podemos seguir ahí, que nuestra vida corre peligro, no puedo arriesgar la vida de mis hijas”, dice.
“Que Dios toque el corazón de ellos”
Quedarse en México no fue una opción por la cercanía con Guatemala y el riesgo de que los criminales los siguieran. Además, no conocen a nadie.
“Pensábamos hacer vida acá, veo complicada la situación sin conocer a nadie, sin tener un apoyo de alguien, la vida acá es dura”, dice el esposo de Jimena, quien evita dar su nombre.
Sin embargo, al llegar a Estados Unidos la familia, enfrentará al igual que cientos de personas, el endurecimiento de la política migratoria del gobierno de Donald Trump, que ha hecho del tema uno de los ejes de su administración.
Esa nueva política mostró su cara más amarga con la práctica de separar a los migrantes de sus hijos, que desató una ola de indignación y acusaciones de violaciones a los derechos humanos.
Trump terminó cediendo a una enorme presión política y firmó una orden ejecutiva que acaba con la práctica de separar a las familias de migrantes. Aún así, unos 2.000 menores siguen alejados de sus familias, ante la confusión reinante sobre el calendario y los criterios para las eventuales reunificaciones.
“Primero lo voy a intentar, entregarme directamente en migración y pues creyendo que Dios toque el corazón de ellos, que me dejen quedarme dentro”, agrega el esposo de Jimena.
“Tenemos pensado entregarnos pero han estado diciendo que ya no están recibiendo. Si no, no me importaría brincar los muros, lo que fuera con tal de rescatar la vida de mis hijas”, agrega la mujer.
Según cifras de autoridades estadounidenses, de marzo a mayo de este año, más de 50.000 personas han sido detenidas por cruzar ilegalmente la frontera desde México.
Aproximadamente el 15% llegan como familias y el 8% son menores no acompañados.
Mientras deciden la forma en la que cruzarán México, Jimena desea que las autoridades estadounidenses se pusieran por un momento en sus zapatos.
“No hay manera lógica o correcta que puedan entender lo que está sucediendo”, dice.
“Lo más difícil que como seres humanos podemos hacer es dejar a tu familia, es dejar a la gente que te vio crecer, a tus padres, llorando con el temor que te suceda algo en el camino”, dice.