Años atrás, frente al paredón del máximo tribunal del país, una físicamente afectada y quejosa Sandra Torres les aseguraba a los magistrados constitucionales que se había divorciado de su esposo, el aún presidente Álvaro Colom, para “casarse” con el pueblo de Guatemala.
La ex primera dama había sorteado todo tipo de obstáculos para aparecer por primera vez en una papeleta electoral: a sus escépticas bases, a un dividido comité ejecutivo del partido de Gobierno que buscaba retener el mando del país y a unos comicios que parecían favorecerla, pese a su imagen lacerada por la opinión pública.
Pero la Corte de Constitucionalidad enmarcó en un fraude de ley su divorcio a días de la convocatoria al proceso electoral de 2011 y la borró de la boleta dejando al partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) sin candidato presidencial.
Se le veía en segunda vuelta con Otto Pérez
Las encuestas la veían en una segunda vuelta contra el general retirado Otto Pérez Molina, pero su sitio tras los comicios fue ocupado por un exdiputado de su partido, el demagogo Manuel Baldizón, que poco pudo hacer ante el militar que proponía “mano dura” y que, tras ser investido como presidente, acabó en prisión señalado de una corrupción sistemática de la que hizo parte.
La obstinación ha marcado la vida de Sandra Torres, que vive su tercer proceso electoral. Esa persistencia que sus seguidores y votantes duros le admiran y que sus críticos, rivales y excompañeros le reprochan como una obsesión.
Porque lejos de luchar por un país diferente y por contrastar al statu quo, o de beneficiar sin ánimo de lucro a “sus pobres”, como ha defendido históricamente, Torres ha sido pragmática. Ha negociado con quien sea, con tal de conseguir su objetivo: ponerse la banda presidencial.
Con su inscripción y acreditación de candidata a la Presidencia, Torres obtuvo el derecho de antejuicio, que le valió para eludir el señalamiento de la comisión de posibles delitos electorales en la campaña de 2015.
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Los vaivenes políticos
Supuestamente, no reportó al Tribunal Supremo Electoral (TSE) Q19.5 millones en su calidad de secretaria general de la UNE. Pero tras sortear la acusación y volver al ruedo, se dedicó a negociar y fortalecer su imagen.
“Me aparté de Dios pero gracias a dos amigos que me pastorean me volví a encontrar con Dios, porque hubo un momento que me peleé con él, logré encontrar mi corazón a nuestro señor Jesús, aunque me costó muchísimo porque fue una resistencia muy fuerte”, admitió en un foro cristiano de candidatos a la Presidencia.
Pero ese es solo un síntoma de su pragmatismo, asegura su antiguo portavoz de campaña y exsecretario de Comunicación Social del Ejecutivo (2008-2012) Ronaldo Robles, quien describió a la actual candidata como “una mujer con ambición tremenda”.
Esa “ambición”, que si bien la ha llevado a pasar al balotaje (por segunda vez consecutiva), hizo que “el partido perdiera toda mística y rumbo ideológico para concentrarse en su agenda personalista para tener el poder”.
De ahí que durante el actual proceso electoral adaptara su mensaje.
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En áreas marginales: el regreso de los programas sociales que encabezó como primera dama hace 10 años.
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En zonas urbanas de clase baja: programas de empleo para jóvenes y personas de más de 40 años.
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Y ante los más conservadores: Ejército a la calles.
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Quiere un gobierno con identidad
La candidata ha podido situar en el imaginario un Gobierno con identidad social, sin cabida para temas ásperos como el aborto o el matrimonio igualitario, pero con dureza en contra del crimen organizado y una economía agradable a ojos del sector empresarial.
Nacida el 5 de octubre de 1955 en Melchor de Mencos, Petén, Sandra vivió de cerca la política con su madre de referente, Teresa Casanova de Torres, como alcaldesa de su localidad.
Con ella aprendió a que “las mujeres valen lo mismo que los hombres y deben superarse”; de su padre, en cambio, aprendió los valores económicos, siendo un empresario textil.
Acusada de guerrillera desde sus primeras campañas electorales, se ha esforzado en agradarle a un sector social acomodado que la repudia por su “necesidad de protagonismo”, como indica un actual colaborador de la UNE que prefiere el anonimato.
Fundadora del partido junto al expresidente Colom, consiguió ser el centro de atención del gobierno de su exesposo al impulsar, sin descanso, programas sociales como “Mi Familia Progresa” y la “Bolsa Solidaria”, incluso respaldados por sus contrincantes y que aún ahora, en 2019, siguen en el imaginario de los desposeídos.