Hoy tuvo participación el primero de los dos representantes de Guatemala en los Juegos Paralímpicos de Tokio se trata de Isaac Leiva, quien participó en el lanzamiento de bala F11, competencia que arrancó a las 4:46 de la mañana este lunes.
El paratlaeta guatemalteco Isaac Leiva finalizó en la posición 11 en el lanzamiento de bala F11 en el logró una marca 8.41 metros en los que fueron sus segundos Juegos Paralímpicos (los primeros fueron Londres 2012).
La competencia la ganó el iraní Mahdi Olah, que logró una distancia de 14.43 metros para llevarse la medalla de oro, el podio lo completó Alessandro Rodrigo da Silva de Brasil y Oney Tapia de Italia.
#Tokyo2020 | El paratlaeta guatemalteco Isaac Leiva finalizó en la posición 11 en el lanzamiento de bala F11 en los que fueron sus segundos Juegos Paralímpicos 🇬🇹👏🏻💪🏻
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— Emisoras Unidas Deportes (@EUDeportes) August 30, 2021
La conmovedora historia de Isaac Leiva
A sus 42 años y tras una carrera deportiva de 12 años, el barriporteño Isaac Leiva vivió la emoción de sus segundos Juegos Paralímpicos, luego de su participación en Londres 2012.
Isaac perdió la vista por completo en 1998 por una enfermedad mal tratada.
Tenía 21 años y soñaba con convertirse en un atleta de alto rendimiento en levantamiento de pesas cuando sufrió ceguera total, un golpe muy duro para el paraatleta que se hundió en una gran depresión, atentando contra su propia vida en tres ocasiones. Sin embargo, pudo levantarse y encontró en el deporte adaptado una nueva vida, comenzó a soñar de nuevo y hoy es uno de los paraatletas más admirados en Guatemala, padre de familia y su historia de superación ha inspirado a miles de personas.
“Estaba por cerrar la carrera de bachillerato en dibujo técnico cuando sufrí un accidente en la reparación marítima. Me dejaron un medicamento que me afectó y me provocó despigmentación en la retina. A los dos años el diagnóstico fue retinitis pigmentosa bilateral oblicua profunda, que me dejó completamente ciego”, ha contado en varias ocasiones.
Sin embargo confiesa que haberse acercado a Dios “me dio la paz interior que necesitaba para aceptar mi discapacidad”, recuerda.