La reciente reunión del Task Force del Mundial 2026, celebrada una vez más en la Casa Blanca, volvió a encender las alarmas sobre la estabilidad de algunas sedes del torneo en Estados Unidos. Con Donald J. Trump y Gianni Infantino al frente del encuentro, la sensación general entre los asistentes fue que varias ciudades, en especial aquellas gobernadas por autoridades demócratas, podrían ver comprometida su participación a tan solo siete meses del inicio del campeonato. La tensión política, lejos de disiparse, parece haberse filtrado en la organización del evento deportivo más importante del planeta.
El momento más preocupante surgió cuando Trump fue consultado por la nueva alcaldesa socialista de Seattle, Katie Wilson. El presidente no dudó en insinuar la posibilidad de trasladar la sede si consideraba que la ciudad representaba un "problema". Su declaración, en la que calificó a la alcaldesa como "muy liberal/comunista", dejó claro que las decisiones relativas al Mundial podrían verse influidas por consideraciones ideológicas más que por criterios logísticos o deportivos. La advertencia de Trump, dirigida directamente a Infantino, sembró incertidumbre entre las ciudades organizadoras y puso sobre la mesa un debate incómodo sobre la politización del fútbol.
Trump siembra dudas de cara al Mundial 2026
A pesar de estas declaraciones, desde la FIFA habían intentado cerrar el tema semanas atrás. Victor Montagliani, presidente de la CONCACAF y vicepresidente de la FIFA, aseguró en Londres que la organización del torneo depende exclusivamente del ente futbolístico y no de los gobernantes de turno. Sus palabras buscaban transmitir tranquilidad: el Mundial —dijo— está por encima de los gobiernos y de sus discursos. Sin embargo, las recientes intervenciones de Trump vuelven a tensionar la relación entre la política estadounidense y la institución deportiva, reavivando la preocupación en varias de las once sedes confirmadas, muchas de ellas dirigidas por alcaldes demócratas.
De cara al sorteo del Mundial, programado para el 5 de diciembre en Washington, crece el interés por conocer si el presidente asistirá y si sus declaraciones volverán a influir en la narrativa del evento. Mientras Estados Unidos se prepara para coorganizar el torneo junto a México y Canadá, ciudades como Los Ángeles, Nueva York, Atlanta, Houston, Boston, Filadelfia y Seattle observan con cautela los movimientos de la administración federal. La amenaza de una intervención política directa plantea interrogantes sobre el futuro inmediato del Mundial 2026 y sobre la capacidad del deporte para mantenerse al margen de los conflictos ideológicos.



