Cuando se es niña o adolescente, a veces es inevitable pensar que nuestra madre nos hace la vida imposible. El asunto es que ya en la edad adulta y cuando nos vemos capaces de enfrentarnos a la vida con todos sus matices damos gracias por todos los «problemas» que nos causó mamá en el pasado.
Mi madre en particular era terriblemente exigente. Recuerdo que desde muy pequeña comenzó a enseñarme la manera correcta de mantener una casa en orden y a preparar algunos alimentos. En cuanto a las tareas escolares siempre estaba pendiente que las hiciera bien y de manera prolija, que mis uniformes siempre estuvieran limpios y mis zapatos escolares debidamente brillantes.
Yo la verdad sentía que exageraba y que en serio me estaba «fastidiando la vida». De las dos hijas, yo era la mayor, y sentía que ella estaba descargando sobre mí mucha presión. A causa de eso era inevitable sentir mucha rabia hacia ella, pero no la enfrentaba, ella merecía todo el respeto de mi parte.
El punto es que gracias a todo ese nivel de presión y exigencia que puso sobre mí pude sacar una carrera profesional adelante, me enfrenté en mi pasado a cosas que no cualquier mujer podría hacerles cara, y en secreto agradecí por todo lo que me enseñó cuando era niña y adolescente. Gracias a eso, simplemente, en los momentos más duros que he tenido que vivir, salí adelante.
La ciencia detrás de esto
Creo que no hay una mujer adulta hoy día que no se identifique con parte de mi historia. Y es que las madres de antaño (y algunas de ahora), desempeñaron un rol estricto en la vida de sus hijas.
Si tú eres de esas madres que demanda mucho esfuerzo a su hija para que sea ejemplar, para que desarrolle sus habilidades y se esfuerce por sus sueños y en sus estudios; puede ser que sientas a veces que haces infeliz a tu hija adolescente, pero créeme, en el futuro no lo lamentarás.
Una investigación llevada a cabo por Ericka G. Rascon-Ramirez, profesora de la Universidad de Essex, concluyó que detrás de una mujer que ha alcanzado el éxito, hay una madre muy exigente.
El estudio consistió en analizar la vida de 15 mil adolescentes de entre 13 y 14 años a lo largo de 6 años. Los investigadores observaron que aquellas niñas que tenía una madre que siempre estaba pendiente de lo que hacían respecto a labores escolares, responsabilidades en casa, era mucho más probable que no quedarán embarazadas a temprana edad, que fueran a la universidad y tuvieran una vida adulta más productiva.
La razón del éxito, según la investigadora, es que las madres a través de su insistencia hacen que sus hijas interioricen las exigencias de ellas traduciéndolas en expectativas consistentes.
Las reacción de tu hija adolescente dice mucho de tu comportamiento
Los adolescentes suelen reaccionar ante las exigencias de sus madres. Lo común es que volteen los ojos para arriba o arruguen el entrecejo. Para ti es inevitable no traducir esos gestos como rebeldía o malestar; sin embargo, aunque sean muy impertinentes y te saquen de tus casillas, ese comportamiento de hastío lo que te quiere decir es que ha escuchado claramente lo que le has dicho.
Lo mejor es que se ha quedado «grabado» en sus mentes, para entrar en acción en el momento indicado. Dicho de otra manera, todas tus enseñanzas ya fueron procesadas.
Una cosa es que tú pongas reglas claras desde la infancia para que tu hija las siga, y otra es el maltrato que busca que cumpla tus demandas.
Amar a los hijos es poner sanos límites. Cuando los impones con amor y respeto, tus hijos los comprenderán. Se trata de que pongas reglas como las siguientes:
– ¿Quieres tiempo para ver televisión o estar frente al computador o verte con sus amigas? Muéstrame que has terminado tus deberes
No, no se trata de que la ridiculices frente a sus compañeros de clase o amigos, o de que la encierres para que no se vea con nadie, o le grites para hacer que «entienda». Esa no es la manera correcta, porque la estás tirando de lleno en los brazos del fracaso.
Explica con amabilidad, pone límites con cariño. Ser estricta no es ser mala madre. Tu hija lo comprenderá en un futuro no muy lejano.
¿Aplica también para chicos?
Efectivamente, y funciona de la misma manera. Aunque el estudio se llevó a cabo solo en niñas, no hay ninguna razón para que los niños no se vean beneficiados por una madre exigente.
El punto importante es saber entrar en la mente de tus hijos de la manera correcta, implantando en sus mentes subconscientes tu voz amorosa pero demandante que les recuerde que son capaces de dar mucho de ellos para su propio beneficio, que merecen mucho más de lo que creen y que tú, pese a que ya no estés tan cerca en su vida adulta, estás feliz y orgullosa de ellos por todos sus éxitos logrados.
Yo definitivamente agradezco a mi madre cada reclamo, cada regla puesta, cada labor que me enseñó y me hizo independiente. Le agradezco que haya puesto en mi cabeza su voz consejera, amorosa y que requería mucho más de mí, porque es gracias a eso que hoy creo en mí y mis capacidades, y he podido alcanzar muy a mi manera mis sueños y metas. Es gracias a su exigencia que hoy soy una mujer feliz.