Las nubes de humo del incienso abren paso este viernes a impresionantes procesiones en las calles de Guatemala, donde la celebración de la Semana Santa es una fiesta nacional y ahora también Patrimonio de la Humanidad.
Miles de fieles con túnicas moradas y el rostro cubierto con capuchas negras o “cucuruchos” cargan en hombros imágenes de Jesús al ritmo de la música, mientras avanzan a paso lento sobre alfombras multicolores de flores o aserrín perfumado de corozo, el fruto aromático de una palma.
“Para nosotros es un motivo de mucha alegría y es un día muy especial participar con esta ofrenda, especialmente ahora que la Semana Santa” de Guatemala es patrimonio mundial, dice a la AFP el abogado Roberto Matheu, mientras termina con su familia una alfombra en una calle del centro capitalino.
El abogado, de 45 años, cuenta que desde niño hace estas obras de arte efímero, que se destruyen con el paso de la procesión.
“Nos identifica”
El pasado 30 de noviembre, la Semana Santa de Guatemala fue inscrita en el listado de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
“La Semana Santa la vivimos diferente al mundo” en Guatemala, pues trasciende lo religioso y es una fiesta nacional, según el ministro de Cultura, Felipe Aguilar.
Destaca que las costumbres en el país, así como su música, la comida y el arte, son resultado de una “fusión de culturas”, una expresión de sincretismo entre el catolicismo llegado de España y las creencias ancestrales mayas.
Miles de feligreses y turistas abarrotan también desde el jueves las calles de Antigua, la capital colonial, acompañando las procesiones, que estuvieron suspendidas en 2020 y 2021 por la pandemia de covid-19.
En la procesión de Jesús de la Humildad en esta turística ciudad, situada 40 km al suroeste de la capital, hay representación de la pasión de Cristo con fieles vestidos de soldados romanos.
“El Jesús de la Humildad nos ha hecho siempre sus bendiciones […], nosotros no queremos perder esta tradición que nos identifica como guatemaltecos”, dice a la AFP José Pérez, de 44 años, cocinero en un restaurante de Antigua, mientras termina una alfombra en la calle.
Cerca de las iglesias y en las calles por donde avanzan las procesiones hay puestos y vendedores ambulantes que ofrecen comida, golosinas y toda clase de productos.
La comerciante maya Susana Leimí, de 45 años, está expectante por la procesión de Jesús “con alfombra” en el pueblo de Santiago Atitlán, a orilla del lago Atitlán, unos 100 km al oeste de la capital. “Está contenta la gente porque son tres años” sin fiesta de Semana Santa por la pandemia, comenta.
Cosmovisión maya
La celebración de la Semana Santa comenzó en Guatemala en el siglo XVI con los conquistadores españoles, pero los nativos mayas la mezclaron con sus tradiciones y su cosmovisión.
En los hogares guatemaltecos se cocinan en estos días platillos típicos de la época colonial, como conservas dulces, curtidos de verduras y pescado seco.
“Contento de estar por aquí, Dios me permitió llegar para salir a su cortejo fúnebre”, señala a la AFP Jorge Pinés, de 65 años, quien participa en las procesiones desde hace 40 años.
“Me siento muy satisfecho […] y seguiré estando por aquí con esta devoción”, agrega el agricultor frente a la iglesia de San Cristóbal El Bajo de Antigua, adonde llegó desde el pueblo de San Vicente Pacaya.
En los poblados mayas, las procesiones también colman las calles y miles de indígenas vestidos con sus trajes tradicionales se turnan para llevar en andas las imágenes de santos.
Con información de AFP