Este domingo, Roland Garros se rindió ante el legado de Rafael Nadal con un sentido homenaje que emocionó tanto al público como al propio extenista español, quien no pudo contener las lágrimas al recordar sus años de gloria en la pista central. "Aquí he disfrutado, sufrido, ganado, perdido", comenzó diciendo Nadal, en un discurso cargado de nostalgia y gratitud, desde el mismo escenario donde alzó catorce veces el trofeo de campeón, un récord inigualable en la historia de los torneos Grand Slam.
El homenaje estuvo marcado por momentos profundamente personales. Nadal agradeció a sus principales rivales —Roger Federer, Novak Djokovic, Andy Murray y su "amigo" Richard Gasquet— por haberle exigido al máximo durante su carrera. No obstante, uno de los momentos más emotivos fue su dedicatoria a su tío Toni, a quien describió como la razón por la que llegó tan lejos en el tenis. "Eres el mejor entrenador que jamás hubiera podido tener", expresó entre lágrimas, recordando los sacrificios y enseñanzas que lo forjaron como deportista y ser humano.
Nadal, máximo ganador de Roland Garros
También tuvo palabras de amor y reconocimiento hacia su familia, en especial a sus dos abuelas nonagenarias, a sus padres, hermana y a su esposa, quien sostenía en brazos a su hijo. A todos ellos les agradeció haberle transmitido los valores de respeto que lo guiaron dentro y fuera de la cancha. "Gracias Francia, gracias París", dijo emocionado, mientras el público lo ovacionaba. Nadal recordó que Francia también le dio el privilegio de portar la antorcha olímpica de manos de Zinedine Zidane, otro momento que quedará grabado en su memoria.
El acto culminó con un gesto simbólico: parte de la tierra batida fue barrida para revelar una placa con el nombre de Rafael Nadal, que permanecerá para siempre en la pista central de Roland Garros. Con estas palabras de despedida, Nadal cerró un capítulo dorado del tenis mundial: "No podré jugar más ante vosotros, pero mi corazón, mis recuerdos seguirán unidos a este lugar magnífico y su pueblo". El homenaje fue un reflejo del amor recíproco entre un ídolo y el escenario donde se convirtió en leyenda.



