Más de tres décadas después de su estreno, Dirty Dancing, protagonizada por Jennifer Grey, sigue siendo un clásico indiscutido de los años 80.
Lanzada en 1987, la película fue un fenómeno de taquilla y cultural, dejando una huella imborrable en la historia del cine al presentar la historia de amor entre Frances "Baby" Houseman y Johnny Castle, interpretados por Jennifer Grey y Patrick Swayze.
Sin embargo, mientras Swayze se convirtió en una estrella consagrada en Hollywood, el destino de Grey fue radicalmente distinto.
A pesar del éxito, su carrera se vio marcada por una decisión personal que cambió su vida: una cirugía estética que la dejó irreconocible y afectó su trayectoria en la industria del cine.
Cuando comenzó su trayectoria, le habían sugerido que su nariz podía ser un obstáculo para conseguir papeles protagónicos.
Su madre, Jo Wilder, también actriz, le recomendó someterse a una rinoplastia para aumentar sus oportunidades en la industria.
"Mi madre sabía cómo funcionaba el mundo del espectáculo y ella pensaba que me resultaría más fácil obtener papeles", relató Grey en su autobiografía Out of the Corner.
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"Tenía casi 30 años y había pasado gran parte de mi vida adulta tratando de amarme y aceptarme tal como era", explicó en una entrevista con The New York Times.
Así que decidió realizarse una primera cirugía en la que pidió a su cirujano que afinara su nariz sin alterar su característica protuberancia en el tabique.
El procedimiento inicial fue exitoso y Grey comenzó a recibir más ofertas de trabajo.
La transformación
En 1992, mientras rodaba la película Wind, el director de fotografía notó que un trozo de cartílago sobresalía en la punta de su nariz.
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Jennifer Grey se sometió a una segunda operación para corregirlo, sin saber que esta intervención cambiaría su rostro drásticamente.
"Después de la segunda operación, me sacó los vendajes y algo estaba mal. Me miró y dijo: ‘Creo que nunca he visto un cambio tan dramático’", contó.
El resultado fue devastador para su carrera. "No podía entender lo que estaba viendo. Sabía que algo malo había sucedido".
La transformación fue tan radical que el público ya no la reconocía. La pérdida de su rostro característico tuvo un impacto inmediato en su carrera.
"Después de la cirugía, los fotógrafos dejaron de reconocerme. Fue como si hubiera desaparecido", recordó.
Jennifer Grey contó que, en un aeropuerto, un empleado de la aerolínea se negó a creer que ella era la actriz de Dirty Dancing: "Fue como ser invisible. Y en términos de mi carrera, fue devastador".
La actriz se vio enfrentada a una dura realidad: la misma industria que la había impulsado como una estrella emergente ahora la ignoraba. Las oportunidades de trabajo desaparecieron.