Zinedine Zidane, uno de los últimos grandes representantes del fútbol elegante, aprovechó su presencia en el Festival dello Sport de Trento para reflexionar sobre la transformación que ha sufrido este deporte en las últimas décadas. Aunque habló de su etapa como jugador, de sus ídolos, de sus pupilos y de sus vivencias personales, el punto más profundo de la conversación apareció cuando se refirió al fútbol actual. Para Zidane, el juego ha evolucionado hacia un modelo donde predominan la fuerza, la velocidad y la rigidez táctica, en detrimento del talento creativo y la imaginación que, según él, siempre han sido la esencia del verdadero fútbol.
El francés lamentó especialmente la progresiva desaparición de la figura del número 10, ese jugador capaz de inventar lo que no existe, de interpretar los espacios con sensibilidad y de cambiar un partido desde la intuición. "El fútbol sin el diez pierde poesía", afirmó, subrayando que hoy el juego está "más físico, más ordenado, más controlado".
Zidane contra el futbol moderno
Zidane insistió en que el fútbol que ama es aquel en el que se acaricia el balón, se improvisa y se deja volar la creatividad. En su opinión, el escenario actual, dominado por estructuras rígidas y sistemas cada vez más mecanizados, ha reducido el margen para esos futbolistas que se expresan desde la inspiración, no desde el cronómetro.
También criticó la excesiva importancia del componente atlético, que para él ha desplazado ese toque especial que distinguía a los grandes jugadores. "Falta poesía. Falta ligereza", sentenció, evocando un fútbol en el que la técnica no era un complemento del físico, sino el centro de todo. Para Zidane, el juego de hoy ha perdido parte de su esencia: ya no abundan los futbolistas que piensan con los pies, que arriesgan en un pase de cuarenta metros o que convierten cada control en un gesto artístico. Y aunque reconoce que la élite actual está llena de talento, admite que muchas veces siente que "falta el juego" tal como él lo entiende.
Zidane concluyó que su propia forma de jugar —natural, fluida, casi instintiva— difícilmente encajaría sin cambios en un fútbol tan marcado por la disciplina táctica. Aun así, confiesa que nunca renunciaría a su esencia creativa: "Ofensivamente... nada. Haría lo que llevo dentro".
Con esa frase dejó claro que, más allá de sistemas y modas, el fútbol para él sigue siendo un arte. Y mientras siga existiendo un jugador capaz de transmitir algo especial cada vez que toca el balón —como, dice, lo hace hoy el joven Yamine Lamal— seguirá creyendo que la poesía nunca muere del todo, aunque a veces parezca ocultarse entre tantas líneas, esquemas y pulsaciones por minuto.



