Era 11 de julio de 1991 y el reloj marcaba las 13:24 horas cuando se hizo de noche. Durante 6 minutos y 54 segundos Guatemala se cubrió con la sombra del eclipse total de sol, el más largo del siglo XX.
La mayoría se lanzó a verlo con filtros especiales, telescopios o en el reflejo del agua, otros prefirieron no salir de casa y lo siguieron por televisión, pero nadie fue ajeno a ese importante fenómeno astronómico que desde la perspectiva de la tierra ocurre cuando la luna cubre totalmente al sol y se genera la oscuridad de la noche.
El fenómeno natural provocó el cierre de todo el comercio así como la paralización de la productividad nacional.
Durante un recorrido por el centro de la ciudad, se pudo observar a un agente de la policía nacional el cual se encontraba abrigado a causa del descenso en la temperatura.
Al preguntarle sobre el ambiente que reinaba en la ciudad dijo: “No hay ni una sola alma en la calle”.
El servicio de buses urbanos no fue suspendido pero era muy escaso. Las pocas camionetas tuvieron que encender las luces durante su recorrido debido a la oscuridad que provocó el eclipse.
En Petén campesinos tocaron tambores, cacerolas y gorgoritos durante el tiempo del eclipse; otros se reunieron para echarse los tragos olvidando por completo del eclipse.
En la colonia San Rafael, de la zona 18, varias mujeres salieron a la calle para gritar: “¡Señor , Señor, ten piedad de nosotros”, mientras otras encendían veladoras y repetían el nombre de Dios. Un joven de tan solo 15 años de edad dijo que lo visto por él serviría de historia para contárselo a sus hijos y nietos.
Aquel día era jueves y la gran mayoría pausó sus actividades para presenciarlo. Animales y plantas no entendían lo que pasaba: testimonios reportan que las flores se “cerraron”, aves volaban despavoridas a sus nidos y animales de granja se metieron a dormir.
En las calles, las luminarias públicas sensibles a la luz solar se prendieron, tal como si fuera de noche.
Se comprobaron daños en los ojos de quienes vieron directamente el fenómeno, en especial durante el rompimiento del anillo, cuando comienza a deshacerse el eclipse y los rayos de sol vuelven a llegar a la tierra con radiaciones capaces de quemar la retina y provocar lesiones irreversible si se miran directamente.
¿Lo recuerdas?