El Estadio Jornalista Mário Filho, conocido mundialmente como el Maracaná, cumple este 16 de junio su 75º aniversario. Desde su inauguración en 1950 para la Copa del Mundo, el coloso carioca se ha consolidado como uno de los recintos deportivos más emblemáticos del planeta. A lo largo de su historia ha sido testigo de episodios inolvidables: dos finales mundialistas (1950 y 2014), una final olímpica en Río 2016, así como de eventos culturales, religiosos y musicales de magnitudes impresionantes. Hoy, a tres cuartos de siglo de su apertura, el estadio se prepara para recibir la final del Mundial Femenino de 2027, reafirmando su vigencia y protagonismo global.
El Maracaná nació con una ambición descomunal: en sus primeros años albergó hasta 200.000 personas, y en la final del Mundial de 1950 acogió a 173.850 espectadores, un récord aún no superado para una final de esa índole. No obstante, el fatídico "Maracanazo", en el que Uruguay venció a Brasil 2-1, marcó una herida profunda en el imaginario colectivo brasileño. Aquel episodio no solo definió la identidad del estadio, sino también forjó su leyenda. Desde entonces, el recinto ha sido modernizado en diversas ocasiones, lo que ha reducido su capacidad a unos 78.000 asientos, adaptándose a los estándares internacionales de seguridad sin perder su esencia.
Maracaná, ícono del futbol mundial
Más allá del fútbol, el Maracaná ha sido epicentro de acontecimientos históricos que sobrepasan el deporte. Aquí, Pelé anotó su gol número 1.000 en 1969, Juan Pablo II celebró misas multitudinarias y artistas de la talla de Frank Sinatra, Madonna y los Rolling Stones ofrecieron conciertos inolvidables. Incluso fue escenario de una de las reuniones religiosas más grandes de la historia, con más de 200.000 personas congregadas por el pastor Billy Graham en 1974. Cada rincón del estadio cuenta una historia, desde la estatua de Bellini hasta los goles de Zico, el máximo anotador del Maracaná con 333 tantos.
En estos 75 años, el Maracaná ha sido testigo de tragedias, alegrías, récords y memorias imborrables. Ha evolucionado junto a Brasil, reflejando tanto sus pasiones como sus transformaciones sociales. Es más que un estadio: es un símbolo del alma brasileña, un patrimonio cultural que sigue inspirando generaciones. Su aniversario no solo celebra el paso del tiempo, sino también la permanencia de una leyenda viva que seguirá escribiendo nuevas páginas en la historia del deporte y la cultura mundial.
