La enorme explosión del pasado 4 de marzo, que devastó parte del puerto de Beirut, generó un cráter de 43 metros de profundidad, dijo el domingo una fuente de la seguridad libanesa, en referencia a una evaluación realizada por expertos franceses enviados al terreno.
Francia ha aportado apoyo logístico al Líbano con medios para realizar la investigación, y ha enviado equipos de policía y de análisis, así como ayuda médica para los afectados.
La deflagración, de una virulencia extrema, devastó barrios enteros de la capital libanesa, matando a más de 150 personas e hiriendo a alrededor de 6 mil.
Además, el gobernador de Beirut, Marwan Abboud, señaló que la tragedia dejó a más de 300 mil personas sin hogar.
A título compartivo, en 1962, la explosión de una bomba atómica de 104 kilotones en el lugar de ensayos nucleares de “Sedan”, en Nevada (oeste des Estados Unidos), dejó un cráter de cerca de 100 metros de profundidad.
El primer ministro libanés, Hassan Diab, explicó que el desastre fue provocado por unas 2 mil 750 toneladas de nitrato de amonio que estaban almacenadas, desde hace seis años y “sin medidas de seguridad”, en una bodega en el puerto de Beirut.
Joyas arquitectónicas, destruidas
La destrucción de joyas arquitectónicas de Beirut, entre ellas museos y edificios tradicionales, se suma al trágico balance de las explosiones.
Famosos por sus ventanas con un triple arco, centenares de edificios del periodo otomano o del mandato francés (1920-1943) ya estaban deteriorados por el paso del tiempo y la guerra civil (1975-1990).
Algunos de los más antiguos se encontraban cerca del puerto, donde ocurrió el desastre.
La explosión derruyó, además, un palacio del siglo XVIII y otros edificios de esa época, todos ellos más antiguos que la creación del Estado del Líbano, que cumple un siglo en 2020.
“Es como una violación”, lamenta Tania Ingea, heredera de este edificio con columnas de mármol en que estallaron unos vitrales de más de 200 años, las puertas quedaron derribadas y también dañados unos recubrimientos de madera del periodo otomano.
Construido por la familia Sursock, una de las grandes fortunas de Beirut, el palacio había resistido a la guerra civil y al violento enfrentamiento entre Israel y Hezbolá en 2006, pero ahora la explosión representa “una ruptura entre el presente y el pasado”, afirma Ingea.
*Con información de AFP