La infidelidad, desde el punto que lo veamos, es una acción horrible, sí, lo que hiciste es tan horrible que terminaste conmigo, con el amor que te tenía y con mi corazón. Estuvimos tanto tiempo juntos que ya no sé qué fue verdad y qué no lo fue, confiaba en ti con las manos en los ojos, y me traicionaste. Antes sentía que te odiaba, sentía que eras la peor persona que había conocido en toda mi vida, hoy me doy cuenta de que esto no es sano para mí; no puedo gastar mi tiempo y mis sentimientos negativamente hacia a ti, sería darte mucha importancia, y tú ya no la mereces más.
RELACIONADO ¿Cómo decirle a tu mejor amiga que su pareja es infiel?
Cuando me di cuenta de que ya estabas con alguien mientras estabas conmigo, sólo podía pensar en lo tanto que odiaba a esa persona que, sin conocerla, sin saber cómo era y qué hacía, yo sentía que se había robado una parte enorme de mí: tú. Yo sentía que se llevaba algo que me pertenecía, algo que debía estar siempre a mi lado, algo a lo que yo amaba y que me negaba rotundamente a soltar. Pensaba que me robaba mi corazón entero, no me imaginaba sin ti, más bien, pensaba que no podía vivir sin ti. Pero después, cuando decidí enfrentarte y tú decidiste marcharte, fue cuando me di cuenta de que esto no era así; tú ya no me amabas pero no tenías el valor de irte con la sinceridad que yo merecía, con dignidad y como una persona madura. Me di cuenta de que estabas conmigo sólo porque no sabías cómo decirme la verdad, no tenías el valor de enfrentarme y decirme que ya no sentías nada por mí. Y, mi amor, perdón, pero eso te hace un cobarde.
Me dolió el alma, no te lo voy a negar, me dolió que la persona que tuve a un lado de mi cama tanto tiempo no fuera la mitad de la que yo me enamoré, no fuera ni una pizca, ni un gramo; nada, ni un rastro ni la sombra. Tú ya no eras tú, y yo, hoy, dejo de ser yo. Dejo de creerte, dejo de extrañarte y dejo de amarte; hoy dejo de culparme por tu engaño y tus mentiras, por tus palabras falsas y tus palabras “bonitas”. Dejo de ser yo, porque dejo de amarte, no porque aquello me haya dado una identidad, sino porque hoy soy más fuerte, y evidentemente no por ti, sino por mí.
Hoy me doy cuenta de que estuve enamorada de una persona que realmente no conocía, de un desconocido, de una estrella fugaz. De algo que sólo quería estar de visita, que quería dar luz para después dejarte en medio de la oscuridad, de alguien que no tiene el valor para decir lo que verdaderamente siente. Está bien. La verdad es que ya estoy mejorando, ya no me quemas y tampoco me ardes como antes. Tu recuerdo ya no viene tantas veces, y cuando lo hace, ya no sangro como cuando te fuiste.
Hoy me doy cuenta de que, además de tu cobardía, yo ya no podía estar contigo por el simple hecho de que era momento de recuperarme a mí, que por recuperarte a ti. Sé feliz, que yo estoy haciendo lo mismo. Estoy siendo feliz porque ya se fue el cobarde que no tuvo los pantalones para irse sin necesitar un pretexto.